Estimados docentes:
Hacemos una primera entrega de lectura orientado esta vez a los adolescentes. Estadío evolutivo donde las relaciones se intensifican. Esperamos que sea de agrado y de utilidad para la reflexión. Y como decía en el texto de bienvenida que nos lleve a la pregunta de los nuevos escenarios, entornos, contextos que rodean a la adolescencia hoy.
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Los adolescentes y la cultura posmoderna
Lic. Alicia Cibeira
Lic. en psicología. Docente posgrado
en Orientación Vocacional de la UBA. Integrante del Depto. de Orientación
Vocacional del CBC-UBA.
La
adolescencia, ese camino crucial de la vida del sujeto, conlleva la difícil
tarea de desasimiento de la autoridad de los padres, "...una de las
consecuencias más necesarias aunque también una de las más dolorosas" al
decir de Freud, e implica un reposicionamiento en relación al deseo parental y
la búsqueda para sí de un lugar simbólico particular. Esta labor de
procesamiento de duelo se transforma en situación problemática en un momento
histórico como el actual, en el que predomina la creencia apocalíptica de que
nada marcha, de que ha llegado el fin de la historia, que coexiste con el
sostenimiento imaginario desde el adulto del mito de la eterna juventud.
Momento definido por algunos como "postmodernismo", y que según Jean
Baudrillard es un tiempo en el que predomina la cultura del simulacro, reflexionando
sobre la disolución contemporánea del tiempo y espacio públicos. En el mundo
del simulacro se perdería la causalidad y lo grave de todo esto es que el
objeto no serviría como el espejo del sujeto, se pierde la escena privada
pública y sólo hay información "obscena".
Textualmente
dice el autor citado anteriormente:
"Ya
no formamos parte del drama de la alienación, vivimos en el éxtasis de la
comunicación, y este éxtasis es obsceno. Lo obsceno es lo que acaba con todo
espejo, toda mirada, toda imagen. Lo obsceno pone fin a toda
representación."
Si
planteábamos la adolescencia como un juego de miradas, palabras, es decir de
identificaciones con las que se procura un "ser", tendría que haber
cierta alienación, en ese juego de separación-indiferenciación del que hablan
ciertos autores, ¿qué sería y cómo jugaría "lo obsceno" en relación a
los adolescentes y el mundo actual, y en especial al mundo del trabajo?.
"La
juventud está perdida...", "los jóvenes no tienen ideales...",
"... están sin hacer nada, no los mueve nada...", son expresiones que
generalmente se escuchan en boca de adultos referidas a los adolescentes, en
una cultura que promete el bienestar y el confort oponiéndose a la afirmación
freudiana de que esta cultura no es posible sin malestar, mientras que a esa
ilusión omnipotente se opone un "sin futuro" inquietante.
El
recorrido quejoso del adulto respecto de los jóvenes impide un posicionamiento
diferente, que implique la posibilidad de pensar y la aparición de la pregunta
acerca de cómo están implicados todos y cada uno en la forma en que se procesan
las diferentes circunstancias por las que el sujeto transita la tan mentada
adolescencia en un contexto como el actual.
Me
propongo en este trabajo el análisis de algunas vicisitudes por las que
atraviesan los jóvenes al momento de elegir su salida vocacional-ocupacional, y
la posición del adulto y de la sociedad ante los mismos.
En tanto
el sujeto se halla atravesando por lo histórico-socio-cultural-económico que lo
constituye a partir de procesos identificatorios que se inician en el vínculo
con un otro significativo en el núcleo de la estructura familiar, la compleja
tarea que supone asumir un proyecto propio parece una ironía en la cual el
adolescente se debate apremiado por padres y educadores en un "se debe
elegir", libremente, mientras que desde el aparato productivo las
posibilidades se muestran escasas o mezquinas para los principiantes.
Como
suele ser en otros tantos aspectos, el adolescente se hace cargo y depositario
de conflictos y contradicciones que exceden el terreno de lo personal, en un
fenómeno de segregación que agrega variables inmanejables a la crisis de la
elección vocacional-ocupacional.
En
diversos artículos Freud aborda el análisis de lo social, afirmando que serían
dos "las cosas que mantienen cohesionada a una comunidad:la compulsión de
la violencia y la ligazón de sentimientos entre sus miembros", aplicando
aquí al funcionamiento de las comunidades su concepción respecto de un
interjuego incesante del accionar de dos clases de pulsiones del ser humano:
las eróticas o sexuales, o sea aquellas que tienden a la conservación, a la
reunión, y las agresivas o de destrucción, que son las que se orientan a la
desagregación y la muerte. Sólo de acciones conjugadas y contrarias de pulsión
de vida y muerte surgen pues los fenómenos de la vida y el mantenimiento de la
misma, y, agrega Freud, el equilibrio en la comunidad.
Sin
embargo, innumerables factores pueden incidir en el desequilibrio de la
necesaria armonía o confluencia de los términos que posibilitaría la cohesión
de una comunidad, inclinando hacia uno u otro polo de relación de fuerzas y el
adecuado equilibrio entre autoridad, límite, respeto mutuo, afectuosa solicitud
y cuidado para con el otro.
Las ideas
de Freud anteriormente citadas nos permitirían entender con mayor claridad el
planteo de Baudrillard al afirmar que desde lo social se fomentaría una
esquizoidía que coexistiría con la debilidad del lazo social, complejidad que
se evidencia en distintas manifestaciones: el aislamiento de muchos de los
jóvenes que acceden a los juegos electrónicos creyendo compartir con amigos una
actividad cuando en realidad el intercambio se realiza con un otro no humano,
no personal, y de otro grupo de adolescentes que quedan colocados en los márgenes
del sistema otorgándoles el rótulo de "transgresores", son ejemplos
posibles. Por otro lado, el adolescente queda a merced de estructuras
anquilosadas en el sistema que no los prepara para la oferta laboral, con
currículas cerradas que no contemplan en la mayoría de los casos los intereses
peculiares de trabajo e investigación de los jóvenes de hoy.
La
postmodernidad y los clisés que en ella se usan nos abarcan a todos, no podemos
escapar de ellos, apareciendo como dolencia de estos tiempos la sensación de
haber perdido los sueños, las ilusiones de sociedades más justas, igualitarias,
solidarias, y de respeto por el hombre en lo laboral y desde el poder. La
ritualización de la existencia y del pensamiento son el resultado del discurso
del postmodernismo, atentando contra la dimensión temporal del sujeto, que es
imprescindible para el desarrollo psíquico y para la integración en la cultura
y la sociedad. P. Aulagnier plantea que "el acceso a la temporalidad y a
una historización de lo experimentado van de la mano, la entrada en escena del
yo es al mismo tiempo entrada en escena de un tiempo historizado".
La
posibilidad de acceder a un proyecto propio, el poder pensarse en función de
ese lugar, campo de ideales, está dado por una dinámica basada en recorrido
objetables e identificatorios que atravesó ese sujeto.
La
cancelación del campo del proyecto, que repercute en el registro imaginario y
simbólico del sujeto, no deja indemnes a los de la sociedad. Así veremos la
restricción del campo de los ideales y la resignación consecuente en cada
sujeto, y así como la caída de los ideales paternos permitirá al adolescente la
búsqueda de sus propios caminos, también la caída de los objetos idealizados y
de las viejas utopías, con la consecuente elaboración de su respectivo duelo,
propiciaría una nueva investidura y un nuevo proyecto. Es necesario entonces
que, nosotros, adultos, revisemos "los viejos ideales, las viejas teorías,
y que se acepte su pérdida total o parcial en aras de las nuevas".
En el
adolescente habría dos posiciones en relación a esta complejidad: quienes se
identifican con el lugar asignado haciéndose cargo de que no hay futuro posible
en lo personal y en lo ocupacional, asumiendo que la única salida posible sería
la repetición de este sistema que no ofrece alternativas para los avances
científicos de fines de siglo, y, por otro lado, aquellos que encarnan una
posición cuestionadora, creando y jerarquizando respuestas novedosas no
reconocidas desde los ámbitos universitarios, de formación terciaria y desde el
adulto en general.
El adulto
debe hacerse cargo de sus propios duelos, para poder ofrecerse como soporte
identificatorio y como aquél ante quien oponerse y poder reconocer así las
diferencias y la peculiar forma en que el adolescente define para sí caminos
distintos e inimaginables en otro momento histórico social.
Lic.
Alicia Cibeira (Lic. en Psicología , Psicoanalista. Docente de la Cátedra de
Adolescencia I de la Facultad de Psicología de la UBA, integrante del
Departamento de Orientación Vocacional del CBC)
Artículo
publicado en la revista MERIDIANOS, Número 5, año 2, Diciembre 1994.
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